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5-noviembre-2011 Desde Alicante

El día 22 de diciembre de 2010 mi marido (que es médico) acudió a recoger los resultados de una biopsia… Se me cayó el alma a los pies… Tenía cáncer de próstata en un estadio avanzado (se clasifican en 5 niveles, él tenía el 4), no había posibilidad de intervención porque había invadido la próstata en sus dos nódulos y, además, el tipo de cáncer era de crecimiento “raro”.

Le propusieron tratamiento: 34 sesiones de radioterapia y después dos sesiones de “braquiterapia”, que es una radioterapia que se aplica de una manera más localizada y con intervención quirúrgica que para poder hacerlas hay que intentarlo. Cuando ocurren estas cosas, son muchas las personas que te piden que te encomiendes a un santo determinado o que ellos te encomiendan. Estamos muy agradecidos por ello pero, la verdad, no hicimos una recomendación especial. Rezábamos al Señor, a la Virgen.

Unos días más tarde, sentí la necesidad de confiar a “mi pastor”, Mons. Rafael Palmero Ramos, la noticia que estábamos viviendo. Le dije: “Don Rafael, acaban de comunicarnos que mi marido tiene cáncer, no es bueno y está muy avanzado”. Enseguida me dijo: “Vamos a encomendárselo a Rebeca, ¿conoces a Rebeca?”. No sabía muy bien quién era. Me dijo que estaba en proceso de beatificación y que era una chica joven alicantina, me regaló el libro de su vida… Y ahí quedó la cosa.

Llegaron las Navidades… y cuando volví al trabajo, recibí una carta de Don Rafael en la que, además de adjuntarme unas estampas de Rebeca, me escribía de su puño y letra: “encomendamos a tu marido a Rebeca, pedimos por su pronta y total curación”.

He de decir que esas palabras me impactaron sobremanera. Hasta entonces yo había rezado, había pedido por él, por nosotros, había pedido que nos diera fuerza, que nos ayudara pero nunca, nunca me habría atrevido a pedir por su “pronta y total curación”, ¡vaya dos expresiones!, me parecía una exigencia muy grande… pero era mi propio Obispo quien me lo indicaba.

Pusimos una de las estampas de Rebeca en un plato de adorno que tenemos en la mesa de comedor, otra se la di a mi madre que enseguida se hizo cargo y empezó a rezarle a Rebeca (ya había movido una cadena de oración), desde ese mismo día. Nosotros empezamos a encomendar a mi marido, de vez en cuando rezábamos la oración que viene en la estampa, otras veces un padrenuestro y un avemaría, yo tenía otra postal en mi mesilla, en fin, que poco a poco Rebeca se fue haciendo presente en nuestra vida. Lo que desde ese momento empecé a pedir fue por la “pronta y total curación” de mi marido, y así lo expresaba en alto en muchas ocasiones por ejemplo al bendecir la mesa, en presencia de mis hijos… Todos ellos escuchaban esta petición expresa, clara, puedo decir que “rotunda”.

Comenzamos las sesiones de radioterapia, diarias, con descansos de fin de semana. Nos montábamos en el coche, poníamos la reliquia de Rebeca a la vista y escuchábamos un misterio del Rosario de la Misericordia, y así durante 28 días.

Tras la radioterapia llegaron las dos intervenciones para hacerle la braquiterapia. El día anterior a la intervención le escribí a Don Rafael: “sé que mañana es el aniversario de la muerte de Rebeca: 26 de mayo. Precisamente el día que van a realizar a mi marido su primera intervención. ¡No es casualidad! Todo este tiempo de tratamiento con la radioterapia lo hemos puesto en manos de Rebeca. Y yo creo que ella ha actuado invadiendo nuestra realidad de suavidad, es algo así como experimentar la dulzura de una caricia… Creo que Rebeca con mucha suavidad va entrando en nuestras vidas…”.

El 22 de septiembre, exactamente nueve meses más tarde que el día del diagnóstico, nos dieron los resultados de las pruebas. Le habían hecho una analítica y un scanner. Los índices tumorales dan “O” y el scanner sale “limpio”. Cuando la oncóloga nos entrega los resultados nos dice: todo “perfecto”.

¡Dios mío! “Pronta y total curación”… Saltábamos, llorábamos, reíamos… Y emprezó el camino inverso… de llamar para compartir la alegría a todos los que estaban cerca de nuestro corazón…

Cuando una de mis hijas entró en casa después de haber sabido la noticia, se dirigió a la mesa y mirando a Rebeca, dijo: “¡quiero una foto para enmarcarla!”. ¡Qué claro tenía lo importante que había sido Rebeca! Hoy continúa en el mismo plato, no podemos ya quitarla, prmero la tuvimos para pedirle, ahora para agradecerle…

E. y S. (Alicante)