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Ana R.B. de Granja de Rocamora (Alicante)

Muy difícil me supone exponer en un papel una experiencia vivida o un sentimiento. Recapitulando sobre la vida de Rebeca, comenzaré hablando sobre su infancia. Ésta, transcurrió para ella de una forma muy general, como a cualquier niña a esa edad; con felicidad, y sobre todo, dejando el mundo correr, con alegría, sin darle más importancia a los tropiezos y problemas que la vida nos depara. Realmente he de afirmar que si en ella se dio algo especial, no puedo dar testimonio de ello, ya que no tenía edad como para darme cuenta.

Ya a la edad de 10-11 años nuestras vidas comenzaban a dar un gran giro: todas las compañeras de clase comenzamos a sentirnos distintas, a ver la vida de distinta manera… nos sentíamos adultas, ya hechas mujeres.

Y como para ella no todo fue tan “de rosa”… A mediados de curso tuvo que dejarlo para someterse en una clínica a un tratamiento para combatir aquella enfermedad que le estaba robando la juventud. De este período lo único que recuerdo fueron unas pocas cartas y alguna llamada; en esos momentos estaba deseando que llegara. Y así llegó el día en que la vi.

Sobre su estado físico no me había puesto muy al corriente en la escasa comunicación que tuve con ella, así que mi sorpresa fue mayor al verla. Me di cuenta que se había degenerado un poco físicamente durante su tratamiento, y durante mi primera conversación con ella, intenté disimular como si nada pasase.

Ahora, y después de muchos años, me doy cuenta de lo mal que lo estaba pasando en una de las etapas más importantes de la vida, y cómo yo sufría de verla dándole ella poca importancia a lo que ocurría, sufriendo en la alegría y en la esperanza.

Creo que era una situación para estar amargada, sin ganas de seguir adelante, triste, y con la edad que entonces teníamos, sintiendo “sofoco” o temor al “que dirán”. Pero ella demostró valentía y luchó, no teniendo miedo a nada ni a nadie. En esos momentos estaba dispuesta a todo (como si años atrás ya hubiese tenido ella asumido ese trance), como si algo o alguien le hubiese preparado para lo que por iba a pasar, “inyectando” todo su ser de amor, fe y esperanza.

Cuando ya superó esta etapa, no se echó atrás en la vida; le hizo frente, y así lo demostró queriendo continuar con todos los compañeros de clase en el curso siguiente, habiendo perdido ella anteriormente medio curso (durante su estancia en la clínica), y de ello se derivaba ir un poco más atrás que sus compañeros. Pero dijo que no quería repetir curso, que le costase lo que le costase seguiría adelante y ya se pondría al nivel de todos; y así lo hizo y así lo logró, volviendo a darnos a todos una lección de fortaleza y esperanza, a todo lo que se le cruzaba en su vida.

Fuimos, hasta octavo, compañeras de curso. En octavo realizamos el viaje de fin de curso. Ella, como siempre, dispuesta a todo, también nos acompañó. Se lo pasó genial, y se ve en todas las fotos cómo disfrutaba segundo por segundo; incluso ahora he caído, que estando un poquito más floja que los demás, llegó al final de una ruta que hicimos a pie en los Pirineos; vamos, como una más o incluso mejor.

Una vez acabado el curso, pasamos al instituto. Ella también iba a mi clase (juntas en clase durante 11 años). A parte de compartir clase, compartíamos los mejores momentos de nuestra adolescencia; siempre íbamos juntas; para el juego, el entretenimiento, para todo excepto para las penas, porque con ella nunca las había.

Durante ese primer año de instituto, ya no tuvimos mucha relación, ya que yo comenzaba a salir a los “pubs”, y pronto empecé a salir con mi novio. Yo muchas veces me preguntaba cómo podía llevar esa vida tan familiar y tan hogareña.

La simple respuesta a esto creo que es que a ella algo le llamaba a vivir no para su disfrute, sino para el de los demás. Siempre se preocupó mucho por el tema religioso y con él, a la ayuda del prójimo. Durante ése tiempo yo pensaba que “eso era un rollo” que había cosas mejores en la vida: salir, los bailes, el pintalabios de moda… todo ese mundo material que nos rodea y nos invade, quitándonos lugar para otra serie de cosas más significativas. Durante varios años por no compartir su ideología nos distanciamos.

Ya entrados en segundo de B.U.P. ella repetía, con lo que más se agravó nuestro distanciamiento. Después de éste periodo de tiempo, lo poco que supe de ella fue su gran dedicación a los niños, pues estuvo dando durante mucho tiempo catequesis a los más pequeños. Bien contentos que estaban de ella.

No por tener ella más edad veías que tuviese más ambición por la vida, ni envidia por las que si que salíamos… Yo me admiraba al ver que con tanta paciencia y amor llevaba una vida tan dedicada a todo lo que supusiese ayuda. Ella era muy feliz, y no es que yo no lo fuese, pero la suya era una felicidad pura, sana, natural…era una felicidad distinta (no era una chica de su edad).

Estoy recordando ahora el último cumpleaños que celebró con todos los compañeros de clase, y qué bien que lo pasamos, todos juntos, siempre nos apreció y quiso a todos, pero a todos en conjunto, sin distinciones ni ideas.

A la vuelta de varios años (6 años desde que acabamos la E.G.B.) la clase decidimos hacer una cena, con la finalidad de volver a refrescar nuestra gran amistad. Aun con el paso de los años, todos demostramos tenernos un gran cariño, una relación como si los años no hubiesen pasado por nosotros.

Quedamos para sábado por la noche. Ella, antes de que fuese la hora ya fue a buscarme. Yo la noté nerviosa, impaciente. Claro, estaba disfrutando segundo a segundo más que ninguna ya que ella prácticamente no salía. Recuerdo esa noche perfectamente: iba guapísima y muy sencilla. En el trascurso de la cena todos nos reímos mucho, y tras ésta, nos pusimos a bailar ella bailó conmigo una rumba, que por cierto me dejó a la “altura del betún” porque la bailó muy bien. Y qué bien que se lo estaba pasando, y cierto es, y no exagero, que disfrutó más que ninguno.

Terminado todo esto nos fuimos a un “pub” a tomar algo, y cuando ella consideró que era una hora prudencial para volver a casa, se marchó. Creo que esa fue para ella una noche inolvidable. No habíamos terminado la noche, y ya comentaba que no se hiciese muy tarde para la siguiente, que le había gustado mucho. Y quien nos hubiese dicho, que con la salud y fortaleza que en esos momentos brotaba de su cuerpo, cuatro meses más tarde nos iba a sorprender…

Tras esta cena volvimos a tener otro paréntesis, y ya no nos vimos hasta que por sorpresa un día me trajo a casa las fotos de la cena; me dijo que tenía muchas ganas de que hiciésemos otra, que ésta le había sabido a poco (qué contenta estaba).

Tenemos que dar gracias a que hicimos la primera. No nos decidíamos a hacerla, y algo nos empujó a, que sin muchos planes ni tiempo que perder, la hiciésemos. Esto es una gran alegría que ella se ha llevado y a nosotros nos ha dejado.

Si Dios quiere y nos da salud, haremos otra y aunque ella no esté allí, con nosotros si lo estará. Seguro que ella también disfrutará con nosotros momento tras momento, de la amistad que a todos los compañeros nos une. Ella está con nosotros.

Sé, por lo que me han contado, que ha sufrido mucho, pero siempre en silencio dando ánimos y ganas de vivir a los demás. Sé qué su vida, durante sus últimos momentos, fue muy especial. En mi opinión, es que ella comenzaba a ver realidad ésa etapa de su vida de la que ella, de manera especial, ya estaba enterada y al mismo tiempo preparada. Nunca imaginé al punto que iba a llegar, pero si así lo ha querido el Señor, que se haga Su Voluntad. Estaba dispuesta a todo lo que viniera, y además dispuesta con alegría.

El momento en que me enteré de su fallecimiento, el mundo se me hecho encima; fue un sobresalto grandísimo, tanto para mí como para todos. Allí, en su velatorio, se demostraba que era una persona que había dado razones para que todo el mundo la quisiese; su amor y afecto, su bondad no tenía edad: niños, adolescentes, mayores, jóvenes…

Después de ese día, mis vivencias con ella han sido múltiples… Me hace mucho daño hablar de ella en pasado, porque ella está conmigo, y la ofendería, como si quisiese apartarla de mí. Yo siento que ella está conmigo en todo momento, y lo más extraño de todo, que siendo yo una persona que siente mucho miedo y respeto a éste tema, en éste caso de Rebeca me da igual.

No mucho más puedo decir de ella, sólo que me ofende oír hablar de Rebeca en pasado, porque ella no se fue. Está y nos ayudará mucho. Mi vivencia cómo amiga es ésta, lo único que puedo añadir es que no hay vivencia como la vivida en su casa.

Ana R.B. (Granja de Rocamora -Alicante-)