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Pilar M.M. de Granja de Rocamora (Alicante)

La primera experiencia que tuve de mi trato con Rebeca, fue cuando se encontraba ya enferma en la cama. Yo había ido a visitarla porque su hermana salía vestida de María diciendo un verso, era Domingo de Resurrección. Su madre le estaba dando de comer, pues ella no podía sola y me impresionó la alegría que transmitía, a pesar de encontrarse en esas condiciones.

Lo siguiente se refiere al momento del fallecimiento de Rebeca:

Como yo la conocía y tenía conocimiento de que era una chica muy buena, con mucha fe y que había padecido muchas enfermedades, fui a visitarla cuando ya estaba de cuerpo presente. Lo primero que experimenté es que estaba frente a una persona que transmitía algo especial y me quedé sentada mirándola largo rato porque me atraía y me sentía a gusto junto a ella.

Toda ella transmitía tanta paz y dulzura, que me acerqué a tocarle las manos. Hacía ya 24 horas que había muerto y sus manos estaban flexibles como si estuviese recién muerta, pero no contenta con aquello, me decido a tocarle también los pies… y ocurría lo mismo.

Estaba todo su cuerpo flexible y como si fuera de cera, parecía una santa. Y, en lo que yo entiendo, una persona, cuando ya está cadáver y han pasado unas horas, su cuerpo está tan rígido, que ni se le pueden mover las manos ni nada.

Además, en el momento de la misa de su entierro, no parecía que estábamos en un funeral, habían destapado su ataúd durante la celebración y parecía una santa, rodeada de esa guirnalda de flores y con aquella cara que transmitía tanta paz. Experimenté que estaba en la presencia de alguien especial y por eso le encomendé algunas gracias que ya me ha concedido y sigo rezándole todos los días.

Pilar M.M. (Granja de Rocamora -Alicante-)