11-noviembre-2008 Josefina A. de Alicante
He sentido la necesidad de escribir esta carta porque mi vida ha dado un giro maravilloso gracias a Rebeca. Desde el Cielo ella nos ha mirado a mi familia y a mí, y jamás me cansaré de darle gracias y de amarla como la amo.
Yo leí el libro… y desde el mismo instante que lo acabé, sentí que ya no era la misma. Mi hijo de 24 años, por circunstancias y pruebas que a veces nos da el Señor, no andaba por buen camino.
Me contó mi nuera que aquel día era todo un mar de lágrimas, que ya no aguantaba más, que había empezado a tomar drogas, y yo… levanté mis ojos al Cielo y con el corazón encogido le dije a Rebeca: “Tan sólo tú puedes poner remedio a todo esto”. Y arrodillándome frente a la estampa, le conté mis penas, y… esperé a que el tiempo y su infinito amor hicieran comprender a mi hijo que su comportamiento nos estaba llevando al desastre.
Mi marido fue donde viven mi hijo y mi nuera y habló seriamente con él. Me contó que terminaron la conversación abrazados y llorando…
De eso hace ya 2 meses y no puedo creer todavía el cambio que ha dado mi hijo. No toma nada. Tiene una alegría que jamás había visto en sus ojos. Se ha vuelto cariñoso, responsable… ¡un milagro! Le hicieron un análisis ¡y está limpio!
Ahora, mientras estoy escribiendo, no paro de pensar en Rebeca, en su sonrisa, en la bondad de sus hermosos ojos… ¡Ha sido ella! Pero eso no es todo.
En mi familia se respira un “ambiente” que no es de este mundo. Ella está con nosotros… ¿No es esto una maravilla? Dios es tan grande que a veces no cabe ni en nuestros ojos ni en nuestro cerebro. Él hace y deshace a su antojo, pero… ¡bendita sea por siempre su santa Voluntad!
Permitidme que os diga que Rebeca también es mía, que la quiero como si llevara mi sangre y que bendigo la hora en que ese libro cayó en mis manos, y no por casualidad. Mi nuera me “quitó” la estampa. Ha leído el libro ya tres veces y no me lo quiere dar. Dice: “Estoy loquita con esa muchacha”.
Ahora mi nuera quiere leer la Biblia. Mi hijo y ella visitaron a Rebeca. No paran de hablar de ella… Podría estar escribiendo y no acabaría. Mi madre está mucho mejor de su enfermedad. Mi marido no es el mismo desde que se ha curado nuestro hijo. ¡Hasta mi padre va a misa!
En mi vida hay alegría, comprensión, amor y ganas de luchar. Y en mi corazón una luz especial y unas ganas enormes de hacer el bien. Todo eso me lo ha dado ella, mi pequeña Rebeca.
¡Que Dios os bendiga! Besos.
Josefina A. (Alicante)