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Sor Luisa Mª M.M. de Hellín (Albacete)

Su figura, como la de María, pasó desapercibida porque su vida fue un aceptar la voluntad de Dios sin llegar a tener un pleno conocimiento de sus designios.

Desde que la conocimos en Madrid en casa del sacerdote Don Lope Nuño Gallas, al poco de ser operada de un tumor en la cabeza hasta su muerte, en ningún momento la oímos lamentarse de su suerte; su sonrisa y la claridad de sus ojos eran fiel reflejo de un alma que se había dejado en las manos del Señor porque se fiaba de Él.

Don Lope, en uno de los viajes que hicimos a Madrid por revisiones médicas, un día que veníamos de oír la Misa que él había celebrado, nos dijo: “A Rebeca la Santísima Virgen la ha curado, yo estaba con ella y percibí la Gracia”.

Fue en el taller cristiano de su hogar donde iba aprendiendo de todos y cada uno de sus familiares, a saber descubrir a Dios en cada acontecimiento y en cada momento.

Toda la carga de sufrimiento tanto físico como moral al verse tan limitada, no le nubló su alegría, era siempre la que animaba al resto como quien parecía ausente de la carga que debía soportar. Esto lo hemos constatado en las visitas que nos hacía la familia en los últimos cinco años.

Una de la mayor garantía de cual era la grandeza de su alma, fue comprobar el olvido de sí misma para preocuparse de los problemas de los demás, especialmente de su madre.

En su última enfermedad, por el seguimiento que vinimos haciendo a través de su familia y del sacerdote que la asistía, constatamos el temple de una cristiana que luchaba por vencer el mal, por sobrevivir, no para ella misma, sino por el bien de los demás; sabía que su partida dejaría un vacío afectivo y efectivo y pedía al Señor la fuerza y el coraje de creer y confiar total y exclusivamente en su Providencia de Padre.

Se fue con la misma serenidad y con el mismo silencio elocuente con que se había desarrollado su corta existencia y esa aceptación amorosa de la Voluntad de Dios en su vida, será la que le permitirá, dentro de la comunión de los santos, realizar de forma mucho más perfecta, la obra que ella quería dejar finalizada antes de partir.

Que Rebeca, cerca ya de Dios, nos ayude a todos a realizar en nuestras vidas los proyectos que Él nos haya marcado para cada uno de cuantos hemos convivido con ella.

Sor Luisa Mª M.M. (Hellín -Albacete-)