21-noviembre-1996 María S.M. de Barcelona
El motivo de estas letricas es para hablarte de unas amigas mías que viven muy cerca de casa y nos queremos mucho. Son dos hermanas mayores que yo, pero la edad no importa cuando la amistad es sincera. Adelina es la mayor de las dos y tiene 85 años, y Carmen, su hermana, pasa de los 70 años.
Pues bien, a primeros de Noviembre, Carmen tuvo que ser ingresada de urgencias en el hospital para ser operada de una perforación de intestino. La operación quirúrgica fue bien, gracias a Dios. Pero todavía está en la U.C.I. porque su estado es grave, pues habían pasado 12 días desde la operación y su cuerpo no había reaccionado. Es como si estuviese dormida en un sueño muy profundo del que no iba a despertar nunca.
Pensando en su hermana Adelina, esto preocupaba mucho, pues aunque sea una persona serena, su sufrimiento es grande ya que duda de si su hermana podrá recuperarse y volver a casa.
Yo, viendo la gravedad del caso y que la cosa está estancada, enseguida pensé en Rebeca que la tenemos en el Cielo, y con toda confianza he acudido a ella. Desde el viernes pasado, todos los días ofrezco la misa al Señor para que, por intercesión de Rebeca, nos conceda la gracia que le pedimos de que Carmen pueda recobrar su salud.
Como vosotros tenéis tan cerquita a Rebeca y puedes ir a orar ante su tumba, quisiera pedirte que cuando vayas, le pidas tú también por la salud de Carmen. Y a la vez, le das las gracias, porque ella nos ayuda desde el Cielo.
Tenía ya empezada la carta cuando he sabido que, después de tantos días, hoy Carmen ha abierto los ojos; no hablaba, pero con la mirada le ha dado a entender a su prima que la había conocido y demostraba alegría, y también ha movido un poco los brazos como para darle la mano para saludarla. Es poco, pero su cuerpo ya ha reaccionado algo.
¿Casualidad, Providencia? Para mí es Providencia del Señor y una respuesta llena de amor fraternal de Rebeca, pues desde el Cielo no se olvida de nosotros, sintiéndonos todos unidos en el Amor del Señor y de la Virgen, nuestra Madre.
Por todo ello ¡Gracias Señor! ¡Gracias Rebeca! Deseo que estéis todos bien; os recuerdo y me siento siempre unida en la oración.
Un abrazo para todos.
María S.M. (Barcelona)