Rvdo. Sr. D. Pedro Antonio Moreno García de Alicante
Tendría yo unos quince años (dos más que Rebeca) cuando la conocí en la Casa de Ejercicios Stella Maris. Acudí con mis padres al final de una convivencia celebrada en 1989 durante el segundo o tercer fin de semana del Tiempo Pascual, si no recuerdo mal.
Yo regresaba de un viaje a Roma. Había ido allí como miembro del coro del Instituto Figueras Pacheco, donde estudiaba 2º de BUP. Habíamos tenido la suerte de cantar una breve pieza en la audiencia de aquel miércoles de Pascua con S.S. Juan Pablo II. Además, pudimos saludarle de cerca, darle la mano y regalarle una beca de nuestro coro y una placa conmemorativa de aquel acontecimiento.
Cuando Rebeca y su madre se enteraron de que había estado en Roma, tan cerca de S.S. Juan Pablo II, se acercaron a mí pidiendo tan solo que impusiera mis manos sobre la cabeza de Rebeca y rezara por ella. A mí este hecho me dejó fuertemente impresionado. Tal era la fe de estas personas y su veneración por el Santo Padre.
Un segundo encuentro que recuerdo haber tenido con Rebeca ocurrió en su casa de Granja. Ella ya estaba bastante enferma y estaba postrada en cama. Yo acompañaba a mi padre (Amador) y fuimos a visitarla. Dos cosas se me quedaron muy grabadas:
1º) Su optimismo sobrenatural ante su enfermedad, manifestando su conformidad con la Voluntad de Dios llena de alegre esperanza. Las palabras suyas que creo recordar eran: “No os preocupéis, estoy muy bien… Si el Señor permite esta enfermedad, por algo será… Pedid al Señor que se haga lo que Él quiera”.
2º) No consentía ver tristes, ni siquiera alicaídos, a los que tenía a su alrededor. Eso sí le hacía sufrir. De modo que íbamos a darle ánimos, y era más bien ella quien nos daba ánimos a nosotros.
Estos dos encuentros que recuerdo haber tenido con Rebeca, fueron suficientes para suscitar en mí la certeza moral que se trata de una chica tocada por Dios. Por eso, y por la fama de santidad que le acompaña, solicito que este proceso de canonización vaya adelante y llegue a buen término. Creo que sería un gran estímulo para la santidad de muchos jóvenes y para mayor gloria de Dios.
Rvdo. Sr. D. Pedro Antonio Moreno García (Alicante)