Mercedes B.M. de Gijón (Asturias)
Mi querida Rebeca:
Cuando te vi por primera vez en la sala de espera, acompañada de tus padres, lo primero que pensé, era que os habíais equivocado de consulta.
Aquella niña, entre expectante y temerosa, con aquellos maravillosos ojos con dos pedacitos de Cielo instalados en ellos, no podía tener nada grave… Eras linda, muy linda, rubia, una niña adorable.
Cuando nos fuimos conociendo, me gustaste mucho y te quería. Eras alegre, llena de confianza, con unos padres que te adoraban, lo mismo que tus hermanas. Sí, Rebeca, con unos padres llenos de FE (con mayúscula). Una Fe tan profunda, tan grande, que yo no podía comprender, después de todo…
Tu madre me enseñó que sólo una Fe así es, sencillamente, un “don” de Dios que sólo unos pocos privilegiados pueden poseer. ¿Cómo no ibas tú a participar y vivir esa misma Fe?
¿Recuerdas cuando íbamos al “Parque de la Loma”, a jugar? Me enseñaste a jugar a la petanca, un juego precioso que yo nunca había practicado. Tengo, como un preciado recuerdo, las bolas que me habéis regalado.
Recuerdo cuando íbamos, después de merendar, a sentarnos a la sombra de los maravillosos chalets que había por allí. Cuando íbamos a comer al restaurante italiano, te gustaban los canelones, pizzas, pero echabas, al principio, de menos el pan. Al restaurante chino, el arroz tres delicias… y tantas cosas que hemos vivido juntas.
Han sido meses compartiendo paseos, comidas, juegos, ratos de fotografías, alegrías, y tantas cosas…
Eras una niña muy mimosa, llena de ternura, con la sonrisa siempre en los labios; con esa mirada dulce, con unos ojos tan azules, tan serenos, dejando ver todo lo maravilloso y tiernecito que hay en ti.
¿Recuerdas cuando te enfadabas? Sólo mirabas a tu mamá, ponías “morritos”, cruzabas los brazos…, y al poco rato, ya estabas otra vez sonriendo. Lo hacías todo demasiado bien…
Cuando nos hemos ido a nuestras respectivas casas, tú empezabas a crecer y creciste mucho, te pusiste aún más linda. Has estudiado, has terminado tus estudios, tenías todas las ilusiones puestas en el futuro…
Cuando tu madre me dio la noticia de que te habías ido, no tuve palabras para expresar cómo me sentí; no me lo podía creer, no era justo… Aún no habías empezado a vivir y ya nos has dejado, ha sido muy fuerte y doloroso para todos. Nos has sorprendido de una manera…
Te has ido para siempre, pero sigues viva en todos los que te queremos. Estás en donde están las personas buenas, abnegadas, altruistas, que han sufrido con resignación, entregada siempre a los demás, ofreciendo a Dios tus sacrificios, tu vida…, dónde si no tienes que estar. Naturalmente con Él, rezando por todos nosotros.
Así eras tú, Rebeca y así lo has visto en tu hogar. Un hogar lleno de Fe, de Amor y entrega a los demás.
Nunca te olvidaré, Rebeca, nunca. Con todo mi cariño.
Mercedes B.M. (Gijón -Asturias-)