Madre Mª Elena de Cristo de Elche (Alicante)
Con hondo sentimiento de nuestros corazones, participamos a esa querida familia la más sentida condolencia por la marcha al Cielo de Rebeca. Aunque no creemos que lo necesitase, hemos ofrecido sufragios por el eterno descanso de su alma, que ya goza de la visión de Dios, y de los brazos y el regazo de María Inmaculada…
Si bien ustedes tienen y tenemos todos pena honda por la pérdida de este tesoro de Dios, que ha sido Rebeca para los suyos, y para cuantos la hemos conocido, debemos dar gracias a Dios por este ángel que regaló a su familia y a la entera Iglesia del Señor Jesús. Rebeca ha sido un don de Dios para su familia, es cierto, pero también para la santa Madre Iglesia, pues la vida inocente y pura de Rebeca ha perfumado, como aroma exquisito y de suave olor a todo el Cuerpo Místico de Cristo…
Quería el Señor gozarse de tener junto a Él a esta criatura privilegiada, que “encontró gracia a sus ojos”, como la Santísima Virgen, a la que Rebeca amó entrañablemente, y a la que tan bien supo imitar en su “Fiat” al querer de Dios. Nosotras la consideramos una auténtica santita, a cuya intercesión encomendamos las necesidades de nuestra Comunidad.
Ahora, ella, Rebeca, es inmensamente feliz en la Casa del Padre, y ya no sufre. Cual ángel de Dios, canta con los coros celestiales “aquel himno de alabanza que resuena en las moradas eternas”. Y, allí, en esa felicidad sin fin, espera con los brazos y el corazón abiertos a los que amó en la tierra.
Esto mismo se podría afirmar de nuestra querida y feliz Rebeca. ¡Dichosa ella!…
“Toda la vida de María fue un “sí” al Padre y un “magníficat”. Su verdadera grandeza fue la fidelidad cotidiana al plan del Padre, la radical donación al evangelio, vivido con sencillez y alegría de corazón. Su pobreza fue serena consciencia de su condición de esclava, hambre de la palabra de Dios, seguridad inalterable en Aquél para quien nada es imposible…” (Cardenal Eduardo F. Pironio)
Mª Elena de Cristo, i.c.d., priora (Elche -Alicante-)