Mª del Carmen V.T. de Pontevedra
Vivo en Pontevedra, pero debido a la enfermedad de mi esposo, de vez en cuando, teníamos que desplazarnos a Madrid, en donde le veían los doctores de Puerta de Hierro y Ramón y Cajal. Parábamos en nuestro piso. En él vivían nuestros seis hijos, que estudiaban en Madrid, estando al cuidado de un tío sacerdote, hermano de mi esposo, el Padre Lope Nuño Gallas, y Remedios, una mujer muy piadosa, que los cuidaba…
Mi cuñado, el sacerdote, conocía a Rebeca y a su madre, Mª Rosi; por ello, cuando ambas venían a Madrid, paraban en nuestro piso.
La primera vez que vi a Rebeca, produjo en mi ser un “impacto” tan maravilloso, que jamás se borró de mi mente. Su dulzura y sonrisa me cautivaron… ¡y ya no digamos su mirada inocente!: ¡“Mirada de Cielo”! que, al posarla en uno, daba la impresión de estar viendo, “un ángel” sobre la tierra.
En varias ocasiones, he convivido con ella… Cuando aparecían por nuestro piso, madre e hija, el ambiente se iluminaba y cambiaba de aspecto… Dentro, todo era amor y alegría… ¡Qué ratos tan felices nos han hecho pasar!… Al irse, ¡qué tristes quedábamos!…
Rebeca era un alma inocente y candorosa…, con un espíritu servicial, entregada de lleno a darse sin medida, y sin pedir nada a cambio. Su lema: acercar las almas a Jesús y a María… ¡Cuánto amor tenía a la Madre del Cielo…! En el rezo del Santo Rosario, se transformaba… ¡Con qué dulzura desgranaba cada una de las “avemarías”… Eran piropos dedicados a la Santísima Virgen que, penetrando en el alma de los que le seguíamos, ensanchaba nuestros corazones.
Fue un alma fuerte, que supo aceptar su enfermedad, con una entrega generosa, y abrazarse a la Cruz de Jesucristo, con alegría y serenidad.
Rebeca nació y creció en un mundo en el que se ensalza el vicio y se abaja la virtud, conservando intacta su pureza angelical. Su aspecto externo, era como el de cualquier otra joven, pero, interiormente, el fuego del Amor Divino, iba preparándola para el “holocausto” de su entrega generosa… En abrazar fuertemente el “dolor” de su enfermedad, sacrificando su juventud para unirla a la Voluntad del Altísimo…
En los pocos momentos que pude convivir con Rebeca, percibí: su sencillez, su candor, su humildad, su alegría en darse momento a momento, a los demás; su sonrisa cautivadora, su gran amor a Jesús “Hostia Viva”, oculto en el sagrario, y una grande fuerza interior que, día a día, en medio de su enfermedad, la rodeaba y conducía hacia el Amor Divino, siendo una “víctima del dolor” pero sin quejas, sin lamentos… dándose a todos, entregada de lleno en el cumplir, momento a momento, la Voluntad de Dios.
Diariamente, rezo la oración para su glorificación, si es para mayor Gloria del Padre y bien de la Iglesia. ¡Que pronto te veamos en los altares…!
Siempre la vi con la sonrisa a flor de labios, sin una mala cara, ni un mal gesto, en medio de su enfermedad y de sus sufrimientos… Era muy obediente en todo lo que le mandaban y fiel cumplidora de los encargos que se le hacían… ¡Se conformaba con lo que se le daba! ¡Nada pedía! ¡Nada ambicionaba!… Vivía feliz, inmersa en el Señor, aceptando todo lo que Él le enviaba… Inocente, humilde, sacrificada, generosa, siempre dándose a todos sin limitaciones…
Rebeca ha sido un ejemplo viviente para tordos aquellos que la hemos conocido. En ella han florecido inmensas virtudes…, cultivadas día a día en el jardín de su bello y delicado corazón. Hoy día, esas virtudes se han vuelto bellas flores que formando “una Corona” al irse a la “Jerusalén Celeste”, ha colocado como Ofrenda de su Puro y Encendido Amor, a las Plantas de la “Reina del Cielo”…
Su presencia permanece viva, entre nosotros y desde el “Cielo”, en donde está gozando de la “Plenitud”, viendo “cara a cara” a la “Stma. Trinidad”… gozosa y triunfante, ruega por todos sus seres queridos de una manera especial, ayudando también a todos aquellos que ha conocido y querido aquí en la Tierra. A ella nos encomendamos, que ore por nosotros de una manera especial, ahora y en la hora de nuestra muerte… ¡Que así sea!
Mª del Carmen V.T. (Pontevedra)