Amador M.U. de Alicante
Tendría (Rebeca) unos trece años, en 1989, cuando ya en la Casa de Ejercicios Stella Maris, al final de la convivencia, en el momento que cada uno decía lo que más le había gustado, ella dijo que la catequesis de la Virgen había sido lo mejor.
En su enfermedad dijo varias veces que lo que más le hacía sufrir era ver a sus padres y hermanas tristes. No quería ver a nadie sufrir a su alrededor. Por su parte, no le preocupaba su enfermedad, decía que lo mínimo que podía hacer era ofrecer su sufrimiento poniéndolo en las manos de la Virgen para que Ella lo ofreciera a la Pasión de Cristo.
También me decía que el cuadro (del Sagrado Corazón) que había al pie de su cama le decía palabras preciosas para saber sufrir, puesto que el sufrimiento ofrecido al Señor tiene un valor grandísimo para la conversión de los pecadores.
Me llamó mucho la atención cómo lloraban en el día de su muerte los niños a los que había dado catequesis. Eso significa el amor con que los trataba.
Había muchísimo público… Me llamó la atención su olor y su color: olía como a cera perfumada y su cara tenía un brillo especial, parecía de cera.
Amador M.U. (Alicante)