Cuartetas a Rebeca
Orihuela, a 5 de mayo de 2001
Por Manuel Conesa Sánchez
Tu alma tan bella
ya es hermana de la luz,
de luz imperecedera
que refulge en el azul.
Vas por caminos eternos…
Nunca esa sonrisa tuya
se heló con el sufrimiento
o la cruel y agria amargura.
Más bien, con sólo veinte años,
supiste sólo reír,
como ríen en los prados
flores tempranas de abril.
Y tenías unos ojos
de un azul-marino intenso,
tan inusual y precioso
que gustaba verse en ellos.
Tu nombre: “Rebeca bíblica”.
Lirio florido. En la tierra
de Granja de Rocamora
fuiste su bella princesa.
Florecilla tan alegre
no podía ser de aquel
que entristeciera con creces
tan bello, lindo, vergel.
Mejillas de porcelana
pálida, como la luna,
de miel y de escarcha,
luna que duerme en la altura.
No escuché nunca tu voz
ni la oiré ya en esta vida.
Esa voz azul: canción
que otros, más dichosos, oían.
Coros angélicos cantan:
serafines, querubines,
tanto es el amor con que aman
a Dios, soberano artífice.
Tú también cantas, Rebeca,
¡tanta es tu felicidad
que jamás nadie pudiera
dicha tan grande soñar!
Manso, puro recental,
inocente palomica,
en tu lecho: cruz y altar,
llevaste lazo de espinas.
Al que le nacieron rosas
bermejas, frescas clavelinas,
que perfumaron tu alcoba
de novia santa, bendita.
Esos tus pies que pisaron
esta tu tierra tan nuestra
veinte abriles y mayos
florecer hizo tus huellas.
Por eso en mayo te fuiste,
cuando ya encañan los trigos
y el pajarillo ya vive
enamorado en su nido.
En pos de otra primavera
de inmarcesible verdor,
multicolor vestimenta,
huiste pronta, sin temor.
Ya habías acariciado
con tu presencia este sol,
luna, estrellas y otros astros
de la celeste región.
Tu Hacedor te reclamaba
y como un céfiro suave,
como “música callada”,
te fuiste pronto, al instante,
como el más leve suspiro,
como pisada del viento,
sin el más leve quejido
te marchaste tan quedo.
Ahora ya estás en la gloria
y allí tu espíritu, tu alma,
al Señor Dios glorificas
con tu bienaventuranza.
¡Qué pocos fueron dichosos
de conocerte en persona,
de mirarse en esos ojos
que ahora a Dios ven y adoran!
¡Acuérdate de nosotros!
¡Pide al señor que le amemos
con el empuje amoroso
que tú pusiste en tus rezos!