El semanario italiano “La Fedeltà” habla de Rebeca

Hace muy pocos días, recibimos un correo electrónico de Gianpiero Pettiti, periodista que se prepara como diácono permanente en la diócesis italiana de Fossano, ciudad de la provincia de Cuneo, en la región de Piamonte, a unos 70 km. de Turín.

Colabora en el semanario católico “La Fedeltà” (La fidelidad), de gran tirada provincial y fundado en 1898, como redactor de la sección dedicada a vida eclesial y liturgia. En su email nos solicitaba más información acerca de la vida y el testimonio de fe de nuestra joven catequista, pues hasta él ha llegado la existencia de su proceso de canonización. Gianpiero ha comenzado a descubrir a Rebeca y quedar fascinado por su respuesta a Dios, queriendo aportar su granito de arena dándola a conocer en Italia a través de esta revista.

Con la ayuda de un sacerdote colaborador de nuestra causa, que acaba de regresar de Roma, le enviamos traducido al italiano cuanto nos solicitaba para poder redactar el artículo, enfocado al apostolado de Rebeca en la catequesis, a la que llama cariñosamente “la catequista que sonreía”. Finalmente ha salido publicado el miércoles 13 de julio y queremos compartirlo con todos vosotros. También lo ha subido a la página www.santiebeati.it

Es sin duda una noticia importante para todos que la estela de Rebeca comience a brillar con fuerza más allá de las fronteras españolas, aunque bien es verdad que en Italia ya se la está queriendo hace tiempo. Desde nuestra web damos las gracias a Gianpiero y a cuantos amigos italianos difunden con entusiasmo el ejemplo de Rebeca.

A continuación os dejamos la noticia en su versión original y traducida al español. También el enlace a la página en pdf que aparece en el periódico.

Testimoni del Risorto

Avremo presto una catechista sugli altari? Questa potrebbe essere la volta buona, perché se è vero che tanti santi (o candidati tali) hanno “anche” fatto catechismo, con Rebeca Rocamora Nadal potremmo finalmente veder glorificata una ragazza che ha considerato il suo essere catechista come la propria specifica missione all’interno della parrocchia. E avere, in più, una protettrice in cielo per una categoria, quella dei catechisti appunto, che sente tutta la bellezza, sperimentandone insieme anche la responsabilità e le difficoltà, di annunciare Gesù ai più piccoli.

Nasce il 7 settembre 1975 a Granja Rocamora, un minuscolo villaggio a sud della provincia spagnola di Alicante. “E’ un angelo biondo con gli occhi di cielo”, dice di lei l’ostetrica nel momento del parto, e questo è ancora più consolante per i genitori che, prima, avevano perso un bimbo al sesto mese di gestazione. Preceduta da una sorella e seguita da altre due, Rebecca cresce in un ambiente profondamente religioso, respirando fede e impegno cristiano: esplosiva e vivace all’ennesima potenza, birichina quanto basta per non differenziarsi dalle coetanee, ma nello stesso tempo matura e riflessiva, con una spiccata inclinazione per la spiritualità e la religiosità.

A 10 anni un tumore all’ipofisi le procura un’insidiosa forma di diabete e le causa una paralisi oculare. Un ricovero a Madrid e un calvario di radioterapie non riescono spegnere la sorridente vivacità di quella bambina, che con una maturità superiore all’età riesce a non far pesare sugli altri la sua condizione ed a distribuire sorrisi e coraggio ai piccoli compagni di reparto. La grazia di Dio è certamente all’opera e sta facendo meraviglie in lei, grazie anche al sacerdote conosciuto a Madrid, che la sta aiutando a crescere nell’abbandono filiale e nell’amore alla Madonna.  E anche nella gratitudine quando arriva la guarigione, non solo dal tumore, ma anche dalla paralisi oculare, che il più delle volte è irreversibile.

È abbastanza ovvio che la terapia abbia indebolito il suo fisico, costringendola a semestrali controlli sanitari, ma è altrettanto certo che la sua fede si sta irrobustendo, soprattutto dopo la Cresima, che imprime una svolta alla sua vita. Intuisce l’impegno personale che il sacramento le richiede e il posto che responsabilmente deve assumere nella vita parrocchiale.  A 16 anni diventa così catechista e le affidano un gruppetto di bimbi da preparare alla prima comunione, in cui riversa tutto il suo entusiasmo e la sua prorompente vitalità. Da vera innamorata di Gesù, riesce a contagiare i piccoli con il suo medesimo amore: più che con le parole riesce ad affascinare e conquistare con il suo inalterabile sorriso, con il suo sforzo di far felici gli altri, con il suo buonumore, con il senso di pace che le si legge negli occhi e che traspare dal suo comportamento. Catechista con la vita, dunque, senza alcunchè di straordinario se non la ferialità di una fede coerentemente vissuta nella scuola e in famiglia, nello sport come nel ballo e nel divertimento. “Ti fa sentire come la persona più importante al mondo”, dice chiunque la conosce e questo dice molto sul modo con cui sa avvicinare e camminare a fianco di ciascuno.

Nel 1995 avverte un diffuso malessere che solo un anno dopo i medici riescono a diagnosticare come conseguenza di un glioma che non le da scampo. Spacciata per medici, insieme al male che avanza, si fa strada una trasformazione interiore che si spiega soltanto con il cammino di fede fino ad allora compiuto. Costretta a letto e progressivamente impedita nei suoi movimenti, riesce ancora più di prima a trasmettere pace e serenità a chiunque l’avvicina. Per questo, chi va a trovarla ne esce consolato, la sua cameretta sembra una chiesa, dove non solo il parroco celebra spesso la messa ma dove lei si offre per tutti, in quel suo letto che sembra sempre più un altare per il sacrificio.

Va incontro alla morte, come sempre sorridendo, e quel suo sorriso lascia una traccia di Dio nei tanti che si alternano attorno al suo letto. Così, quando il 26 maggio di 15 anni fa si spegne, attorno alla sua bara si diffonde in tutti tanta pace e avvengono conversioni. E dato che in questi anni hanno continuato a crescere la sua fama di santità e il numero delle persone che a lei si raccomandano, la Chiesa di Orihuela-Alicante nel 2009 ha avviato il processo per la canonizzazione della “catechista che sorrideva”.

Per sapere di più su Rebeca, visitare la sua web: www.rebecarocamora.es

Testigo del Resucitado

¿Tendremos pronto una catequista en los altares? Ésta podría ser una buena ocasión. Es verdad que muchos santos canonizados (o en vías de canonización) “también” han dado catequesis. Sin embargo, con Rebeca Rocamora Nadal, por fin podríamos ver glorificada a una chica que ha considerado su ser catequista como su específica misión dentro de la parroquia. Además, podríamos tener una intercesora en el cielo para un sector de fieles –los catequistas– que siente toda la belleza, experimentando también la responsabilidad y las dificultades, de anunciar a Jesús a los más pequeños.

Nace el 7 de septiembre de 1975 en Granja de Rocamora, un pequeño pueblo al sur de la provincia de Alicante. “Es un ángel rubio con ojos de cielo”, afirma la comadrona tras el parto. El hecho es todavía más consolador para los padres que, anteriormente, habían perdido un niño en el sexto mes de gestación. Precedida por una hermana y seguida por otras dos, Rebeca crece en un ambiente profundamente religioso, respirando fe y compromiso cristiano: explosiva y vivaz hasta la enésima potencia, suficientemente traviesa como para no diferenciarse de sus coetáneas, pero –al mismo tiempo– madura y reflexiva, con una marcada inclinación hacia la espiritualidad y la religiosidad.

A los 10 años, un tumor en la hipófisis le provoca una alarmante forma de diabetes y le origina una parálisis ocular. Una hospitalización en Madrid y un calvario de radioterapias no son suficientes para apagar la sonriente vivacidad de aquella niña que, con una madurez superior a su edad, consigue no hacer pesar sobre los demás su enfermedad, repartiendo sonrisas y ánimos a sus pequeños compañeros de sección. La gracia de Dios realmente está actuando y haciendo maravillas en ella, gracias también a un sacerdote conocido en Madrid, que le está ayudando a crecer en el abandono filial y en el amor a la Virgen. Y crece en el agradecimiento cuando no solo llega la curación del tumor, sino también de la parálisis ocular, que es irreversible en la mayoría de los casos.

Resulta evidente que la terapia ha debilitado su físico, obligándola a revisiones médicas semestrales, pero es igualmente cierto que su fe se está robusteciendo, sobre todo después de la Confirmación, que marca una nueva etapa en su vida. Intuye el compromiso personal que el sacramento reclama de ella y el lugar que debe asumir responsablemente en la vida parroquial. A los 16 años se convierte en catequista y le asignan un pequeño grupo de niños para prepararlos a la Primera Comunión. Rebeca se vuelca en esta tarea con todo su entusiasmo y su gran vitalidad. Siendo una enamorada de Jesús, consigue contagiar a los pequeños con ese mismo amor. Más que con las palabras, consigue asombrarles y conquistarles con su tierna sonrisa, con su esfuerzo por hacer felices a los demás, con su buen humor, con la sensación de paz que transmiten sus ojos y que se refleja en su comportamiento. En definitiva, es una catequista con su propia vida, sin nada de extraordinario, al margen de una fe coherente, vivida cotidianamente en el colegio y en la familia, en el deporte, en el baile o en la diversión. “Te hace sentir como la persona más importante del mundo”, dice cualquiera que la conoce. Esto dice mucho sobre el modo con el que sabe acercarse y caminar al lado de cada uno.

En 1995 siente un creciente malestar que tan solo un año más tarde consiguen diagnosticar los médicos, como consecuencia de un glioma que no tiene curación. Desahuciada por los médicos, junto a la enfermedad que avanza, se lleva a cabo una transformación interior que solo se explica con el camino de fe recorrido hasta ese momento. Postrada en cama y progresivamente impedida en sus movimientos, consigue transmitir paz y serenidad –incluso con mayor eficacia que antes– a quien se le acerca. Por esto, quien acude a su encuentro sale consolado. Su habitación parece una iglesia: no solo el párroco celebra allí frecuentemente la Santa Misa sino que ella se ofrece también por todos, sobre aquella cama, que parece cada vez más un altar para el sacrificio.

Camina al encuentro de la muerte, pero –como siempre– sonriendo, y aquella sonrisa deja la huella de Dios en las numerosas personas que van pasando junto a su lecho. De este modo, cuando el 26 de mayo de 1996 se apaga su vida terrena, en torno a su féretro se difunde una inmensa paz que provoca más de una conversión. Puesto que a lo largo de estos años ha seguido creciendo su fama de santidad y el número de las personas que se encomiendan a ella, la Diócesis de Orihuela-Alicante en el 2009 ha iniciado el proceso para la canonización de la “catequista que sonreía”.

Para saber más sobre Rebeca, puedes visitar su web: www.rebecarocamora.es

Lee el artículo en pdf: Pag 37_Vita Ecclesiale_La Fedeltà_13 luglio



Un comentario

  1. concepción 27 julio, 2011 a las 14:51

    No es la primera vez que entro en esta página, y cada vez que lo hago, siento cada vez más que, aunque no la conocí personalmente, siento que he podido pasar cerca de una SANTA, y que es una bendición para los que la han tenido cerca, qué suerte!!! qué maravilla de criatura!!!, Dios la debe de tener muy cerquita.

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