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Rosario R.C. de Alicante

De Rebeca puedo decir que la conocí en Madrid, en la Clínica Puerta de Hierro. Yo estaba con mi hijo, que estaba enfermo, y coincidió que tenía la misma enfermedad que Rebeca. Así que convivimos una larga temporada juntos, pasando tantas tribulaciones…, más los padres que los niños.

Rebeca era una niña muy alegre y buena, nunca se quejaba. Debido a su enfermedad, tenía un tratamiento muy fuerte, como las radiaciones que la dejaban sin defensas… sin embargo, siempre la encontrabas contenta.

Cuando se le cayó el pelo, decía que ya le saldría. Siempre estaba dispuesta a ayudar a los niños que estaban peor que ella. Con los más pequeños jugaba y les prestaba todas sus cosas y todos la querían mucho.

A lo largo de los años, seguí viendo esporádicamente a Rebeca. Siempre la encontraba igual, con la sonrisa y esa bondad que era innata en ella, siempre ayudando en todo.

La última vez que la vi con vida fue en Madrid, en la Clínica Puerta de Hierro, coincidimos en una revisión. Estaba con su madre y me quejé sorprendida, pues estaba hecha toda una señorita, tan alta y fina. Con sus ojos tan azules, que parecían un pedazo de Cielo. Pero seguía con su alegría.

En fin, que Rebeca tenía algo que no era de este mundo, ella era como una cosa diáfana, transparente; como una cascada que te da alegría, y como un arroyo tranquilo que te da paz.

Seguro que los que la conocimos, tenemos una ayuda con Nuestro Señor, porque ella nos seguirá protegiendo desde el Cielo.

Rosario R.C. (Alicante)